Rosario trabaja para que su gente, las comunidades coyas de la Puna argentina, pueda desarrollar su vida en su tierra, sin tener que emigrar forzadamente a las ciudades en busca de sustento. Para ello, encara la situación desde diversas aristas: microcréditos para proyectos productivos de ganadería y cultivo, emprendimientos de turismo, artesanías, pequeñas empresas sociales, campañas de prevención en temas de salud, ambulancia... Incluso ha inaugurado la Universidad de Warmi, primera escuela de estudios superiores en la Puna. A su vez, logró que 20 chicos estén estudiando medicina en el exterior.
Según explica Rosario, la acción de Warmi es necesaria para evitar que se desintegren las comunidades. Si no aparecen oportunidades, jóvenes y hombres se van a las ciudades. “Las familias se desarticulan, los niños quedan abandonados, y los jóvenes sin contención familiar ni oportunidades se entregan a los vicios”.
Hoy cuenta con más de 3000 socios, unas 6000 familias que están logrando igualdad de oportunidades sin necesidad de migrar. “El poder tener un emprendimiento propio ya es trabajar, eso dignifica y más aun cuando se hace sin abandonar su tierra, cultura y familia. Rosario sueña con una Puna mejor, con profesionales que lideraran el cambio y el desarrollo para ellos y sus familias”.
Es inquieta, creativa, sabe que existen opciones y sale a buscarlas. Tomó conciencia del riesgo social en sus comunidades y puso manos a la obra. “El dolor me llevó a hacer, para que otros no sufran lo que me tocó sufrir a mi”.