Isabel es tutora de 30 niños de un barrio vulnerable en Bahía Blanca. Los reúne para hacer la tarea y darles apoyo escolar. Luego, usando como base la biblioteca que ella logró construir, organiza talleres y actividades educativas. Los padres retiran a sus hijos cuando regresan de trabajar, tranquilos porque saben que sus chicos no estuvieron en la calle y que Isabel amplió su formación humana.
Unos 24 años atrás, cuando la labor de Isabel recién comenzaba, los chicos se reunían para hacer los deberes en el garaje de su casa, al que llamaban “el nido”. Isabel impulsó la construcción de un jardín de infantes cerca del barrio (algo que facilitó la escolarización de niños que no tenían dinero para los viáticos). También impulsó la gesta de una plaza pública y la creación de una biblioteca pública que se convertiría en la base de todas las actividades.
Las familias del Barrio Noroeste, donde trabaja Isabel, viven en asentamientos, son numerosas y muchas veces carecen de la figura paterna: las mamás trabajan y los niños quedan solos gran parte del día. El trabajo de Isabel apunta a asegurar su permanencia en la escuela y a que tengan un grupo de referencia que les deje una huella positiva para el resto de su vida. Además de fútbol, Isabel coordina las clases de inglés, computación y guitarra.
Isabel hace que sus chicos sean protagonistas de la concreción de todos esos proyectos comunitarios: “Para que un hombre sea bueno, debió tener una infancia feliz, y los niños son felices si se sienten útiles y pueden disfrutar de sueños hechos realidad”.