Cuerdas Azules es un grupo de 200 jóvenes que se compromete día a día a acompañar a jóvenes y niños que están sufriendo por enfermedad o abandono a través del arte, juegos y canto. De esta manera, en diferentes hospitales y hogares de tránsito de la provincia de Buenos Aires y Capital Federal, deciden apadrinar a quiénes necesitan de su compañía y amor para atravesar ese momento difícil.
A los 18 años, Felicitas acompañaba a una monja que trabajaba en un hospital de niños, "yo la ayudaba a ayudar, y ella me enseñaba cómo entrar a un cuarto o cómo abrazar a una madre". Allí fue donde aprendió sobre el dolor y la soledad de los demás, y fue su motor para formar parte de Cuerdas Azules.
A través del boca en boca, se conformó este grupo de jóvenes comprometidos que dedican 2 horas semanales a acompañar a su "cuerda azul" a través del amor, la alegría y la empatía con el otro. Buscan ser el cambio que quieren ver en el mundo y “multiplicar las obras de amor que uno va haciendo desinteresadamente por los demás”. Actualmente ya puede ver las raíces de tanto esfuerzo, a través de los lazos creados en cada experiencia y de las palabras de agradecimiento de quienes acompañaron tiempo atrás.
Felicitas sabe que cada niño “cuerda” puede traer mucho sufrimiento y para ello, tienen que estar preparados. “Aprendemos a caminar nosotros, con los ojos más abiertos, con las prioridades más claras. Aprendemos a caminar más livianos y humildes, entendiendo a la muerte como parte de la vida”.